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En el video introductorio de esta lección, Pablo Quintanilla explica que, si bien la filosofía de la mente tiene como “partida de nacimiento” el libro Concepto de lo mental (1949) de Gilbert Ryle, desde el origen mismo de la filosofía se han abordado preguntas relativas a esta disciplina, aunque sin ser catalogadas como de la “filosofía de la mente”. Podemos encontrar reflexiones sobre “lo mental” en pensadores como Platón (Fedón), Aristóteles (De Anima), Descartes, Hume, Kant y otros. Pero ¿qué preguntas se formula específicamente la filosofía de la mente? Por ejemplo, cuál es la relación entre la mente y el cuerpo, qué son las emociones, qué cosa es una creencia, en qué consisten el fenómeno de la atribución psicológica o el autoconocimiento, etc. Asimismo, la filosofía de la mente mantiene puntos de encuentro con otras disciplinas fundamentales de la filosofía, como la ética o la estética.
Con el fin de familiarizarnos con la orientación general que enmarca a la filosofía de la mente, esta lección ofrece además los siguientes artículos académicos:
Reseña de Pablo Quintanilla del libro de Ricardo Braun: ¿Qué soy yo? Una introducción a la filosofía de la mente y de la psicología (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2009, 188 pp.).
“El nuevo libro de Ricardo Braun es una actualizada y didáctica presentación de algunos de los problemas centrales de la filosofía de la mente contemporánea, pero sobre todo de uno central: el problema mente-cuerpo y lo que las diferentes respuestas a él pueden decirnos acerca de la naturaleza humana. Los seis capítulos que lo conforman están dedicados, respectivamente, a la presentación de este problema, al dualismo ontológico, al conductismo, a la teoría de la identidad mente-cerebro, al psicoanálisis y al funcionalismo. Un mérito del libro es que, siendo una obra introductoria al tema, no se limita a pasar revista a las diversas posiciones que se han propuesto, sino que con frecuencia toma posición sobre ellas. En lo que sigue, no vamos a discutir las reconstrucciones que Braun hace de las diversas posiciones en la filosofía de la mente actual acerca del problema mente-cuerpo, pues son en general confiables, sino más bien vamos a concentrarnos en comentar y ampliar las posiciones, ya sea explícitas o implícitas, que Braun adopta.” (Quintanilla 2010, p. 159)
La concepción clásica de la empatía sostiene que comprender al otro involucra la habilidad para identificarse con él imaginariamente. Hay varias versiones de esta tesis, pero el elemento común parece ser que, para que la comprensión sea posible, el intérprete debe tener la capacidad de simular los estados mentales del agente o de simular ser él, bajo condiciones contrafácticas. En este artículo, Pablo Quintanilla muestra, en primer lugar, que esta concepción de la empatía ha estado usualmente comprometida con un modelo intencionalista, transposicional y monádico de lo mental. En segundo lugar, propone explorar las posibilidades de reformular el concepto de empatía, eliminando esos elementos que puedan sobrevivir en él. La propuesta de esta contribución es que resulta preferible ver la comprensión como la creación de un espacio compartido, según el cual quien comprende expande creativamente su propia subjetividad, constituida intersubjetivamente, dejando un espacio para albergar al otro, lo cual es también, en un importante sentido, un proceso de transformación. Esta manera de concebir la comprensión pretende explicitar y desarrollar algunas intuiciones que se encuentran implícitas en algunos filósofos contemporáneos, integrándolas con discusiones recientes en filosofía de la mente y psicología experimental.
Este artículo de Pablo Quintanilla constituye un comentario a Peri Hermeneias 16a 4-9 y a otros pasajes del corpus aristotélico concernientes a las relaciones entre lenguaje y pensamiento, así como a las consecuencias que estas relaciones puedan tener en tomo al problema de la representación lingüística del mundo. En la primera parte el A. sostiene, en confrontación con la interpretación de Max Black, que la distinción aristotélica entre, de un lado, lenguaje oral y escrito, y del otro, afecciones del alma, es nominal y no real, lo cual conduce a replantear el tema del realismo en Aristóteles. En la parte final del artículo se analiza las relaciones en el texto mencionado del Peri Hermeneias. Tales relaciones sugieren entender la representación lingüística del mundo no como mero reflejo, sino como un acto de interpretación y, en consecuencia, de atribución de significado, lo que constituye propiamente la naturaleza apofántica del logos.